SERENATA.


Endulzó parsimonioso mi café.
Le tomó un poco…
y en un papel escribió mi nombre.

Me dijo:
-“Ahora son uno.
Lo he bautizado.  
Se llama de ti.
¡Exactamente como tú!
¡Es símbolo tan tuyo!
Como el desvelo o calma cuando te bebo.
Caliente.
Mágica.  
Aromática.
Vaporosa.
Lenta y pausada.
A pequeños tragos.
Disfrutándote.
Inundando mi paladar de tu sabor.
Igual:
Vino de reserva es tú
y eres él.  
Roja tintura son los dos.
Sí, el buen vino se llama de ti.
Te define.
Te invoca.
Porque lo bebo de tus pechos
cuando el amor hacemos hasta embriagarme.
¿Sabes?
Que además,
también eres tú la poesía.
Su cimiento.
Tu sangre lleva.
Tu nombre desborda”.

¡Oh, qué manera la suya!
¡Abrir puertas así!
Directo al cielo
ida y vuelta sin escalas.
Silencio.
Intensas miradas de fuego.
Y empezó a llover cascada de besos.

Y sonaron mis castañuelas
en rápida respiración.
Un timbre de maracas
retumbó entre mis muslos
vertiginosamente.
Exudaron mis panderos
gotas de blancas perlas
con dulzores de almíbar.

Mezcla de fresas
duraznos
y chabacanos al punto…
maduros perfectamente.
Descolgándose en pulsaciones
como las gotas de un panal.

Hubo fiesta de címbalos.
Hubo vino, Champaign
y reverberar de flautas
con pezones de lava…
y hubo trompetas
destilando mieles aceitosas.

Y en lo profundo nos hundimos.
Cantamos el himno de los dos.
Y una serenata de gemidos
se escuchó en la habitación…
Rítmica y cadente.

Dora Elia.
13 de Abril 2018.
EE.UU.
Derechos de autor.

Imagen de la red.









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